CARLOS SAMPER REVUELTA
Si has visitado Preventorio y has conseguido salir de allí, tienes que leer esto...
Jadeaba de tal manera que el corazón golpeaba su pecho como si quisiera escapar de la jaula de tejidos en la que estaba preso. Le dolían los pies, húmedos y pegajosos debido a las heridas y al barro que pisaba. Los arbustos y las hojas secas de pino se clavaban en su carne infligiéndole heridas cuyas punzadas ignoraba, a pesar de que alguna de ellas le arrancaba un gemido de angustia. El bosque de pinos se cernía sobre ella como una mano que poco a poco se va cerrando, opresiva, arrebatándole el aire a sus pulmones que pugnaban por conseguir el oxígeno vital imprescindible para seguir corriendo. Para seguir huyendo.
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Giró la cabeza y buscó entre las sombras y siluetas que, difuminadas por el tenue fulgor del cuarto de luna, la observaban como seres acechantes prestos a caer sobre ella en cualquier descuido. El edificio había desaparecido de su vista. Eso le proporcionó una tranquilidad efímera. Se detuvo a coger aire apoyando las manos sobre sus rodillas. Cuando vio sus pies sangrando, cubiertos con una capa de fango y hojas aciculares se percató de que estaba descalza. Tampoco se había dado cuenta del camisón blanco, ahora sucio y repleto de manchas rojas y oscuras, que vestía. Se llevó las manos a la boca ahogando un grito al comprender lo que aquello significaba. Un crujido a su espalda la hizo girar con brusquedad. Las figuras danzaban en torno a ella, árboles secos y arbustos que habían cobrado vida durante los instantes en los que ella se había detenido. Tenía que seguir, todavía se encontraba cerca de ese sitio. De ese lugar maldito. No recordaba cómo había escapado, pero no dejaría que la atrapase de nuevo. ¿Y si esta vez no conseguía librarse de su cautiverio? Eso la aterrorizó tanto que comenzó a correr con desesperación. Una construcción pequeña, ruinosa, emergió de las sombras arrancándole una exhalación temblorosa. Se detuvo temerosa hasta comprobar que se trataba de una ermita de la que apenas quedaban las cuatro paredes. Aun así sus pasos se alejaron instintivamente de ella, buscando el cobijo de los árboles que la acogieron con la avidez de quien ansía el mayor de los tesoros. Corrió desorientada, buscando alejarse del lugar que se apoderaba de su cuerpo y mente de manera constante. No sabía si esta vez lograría escapar, si conseguiría zafarse del embrujo y control que ejercía sobre ella. Sin previo aviso la luz que le había estado acompañando durante su huida desapareció, dejando paso a una oscuridad espesa y voraz que la golpeó como si de un ser vivo se tratase. Alargó ambos brazos tratando de guiarse y no chocar contra un árbol, sus piernas se enzarzaron con los matorrales que le arañaban los muslos en vanos intentos por aferrarse a ella y sumergirla en sus punzantes ramas secas. Le pareció escuchar susurros a su alrededor, voces sibilinas que planeaban cosas malvadas y horrendas. En su mente cordura y locura pugnaban por hacerse con el control de sus actos, sumiéndola en un estado de desesperación y terror que la azuzó a seguir corriendo. De repente el suelo desapareció bajo sus pies. Su cuerpo rodó irremediablemente golpeándose con todo lo que salía a su paso. Cayó durante lo que le pareció una eternidad, luchando por detenerse, agarrarse a algo que frenara su caída, pero fue en vano. Un golpe en su cabeza y las tinieblas se apoderaron de ella. La nube que había tapado la luna momentáneamente continuó su camino, permitiendo que la claridad regresara tenuemente al bosque y lo bañara de un bruñido argentado.
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Una punzada lacerante la despertó. Llevó una mano a su cabeza y la notó húmeda. Su boca, pastosa y con sabor a serrín, era un cúmulo de dolores y sensaciones desagradables. Abrió lentamente los ojos mientras se incorporaba temerosa de tener algo roto. Su vista, borrosa al principio, fue adquiriendo la nitidez habitual. La oscuridad había desaparecido y la suave luz del astro nocturno otorgaba la visibilidad necesaria para ver cuanto la rodeaba. Se quedó paralizada ante lo que tenía ante sí. Sus labios comenzaron a temblar mientras la cabeza negaba con vehemencia. La visión se le fue nublando poco a poco debido a las lágrimas que se acumulaban en sus ojos. Trataba de huir, escapar, alejarse lo máximo posible de allí. Y, después de todo, lo tenía delante de ella otra vez. Entonces lo comprendió. A pesar de querer salir, de luchar y buscar una salida, en lo más profundo de su ser algo no quería abandonar ese lugar. Lo necesitaba, estaban unidos por un vínculo que no se podía explicar con palabras, un hechizo que impedía que se separaran. Comenzó a reír, las primeras carcajadas, forzadas, dieron paso a una risa nerviosa que terminó por convertirse en desesperación. Cayó de rodillas y golpeó el suelo con los puños, impotente, vencida. Por mucho que lo intentara, siempre acababa regresando al preventorio...
Creo que, aunque sea lo último respecto a la novela, he de empezar por aquí:
el viernes 27 de octubre en Ondara, en la Torre del Reloj, estaré firmando ejemplares y hablando con todo el que quiera acercarse a pasar un rato entretenido y... tenebroso...
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Acto del que se hace eco el diario Marina Plaza